Algunos ya tomaron conocimiento, otros tal vez no, entonces a estos últimos los pongo en tema:
Desde hace unos días ya, mi casa dejo de ser una granja. Es decir, dejaron de existir las cuatro mascotas nuevas, los pollitos. Y acá me detengo. A uno lo mató un perro callejero que entró al patio, cuando mi hermanita los había sacado porque la tarde de sol lo ameritaba. Los otros tres murieron de frío, cuando en otra tarde de la misma semana, los volvió a sacar pero se olvidó de entrarlos y la heladita no les permitió contar el cuento.
Aunque también, dejó de adornar el living la importante pecera que se llevaba la atención de las visitas. Al principio porque se entretenían observado a los animalitos y se asombraban de su crecimiento constante y rápido. Pero después, cuando a mi hermanita se le fue la emoción por estos pequeños seres, la indiferencia se suscitó en efecto cadena en la familia, y a las visitas les llamaba la atención el estado de abandono del mini acuario. Consecuentemente, uno a uno quedaron flotando panza arriba, hasta los barre fondo.
De esta manera, solo quedaron los dos perros de siempre y los tres conejos, que una mañana fueron nueve, ya que la hembra parió, cuando nadie supo que estaba preñada, y los machos se encargaron de matarle a las seis crías.
Chivi (mi hermana mayor) y lógicamente yo, estábamos más que tranquilos debido a que la normalidad parecía querer volver a reinar. Los pollitos ya no hacían ruido todo el día, el living logró deshacerse también de la pecera que ya estaba largando olor, y la “nena” de la casa no había tenido nuevo antojo.
Tanta normalidad asusta, y lógicamente tuvo que ser alterada. Mi viejo, estuvo pensando y concluyó en que si el patio estaba todo cerrado y los perros en el fondo, era linda oportunidad para sacar del jaulón a los conejos y dejarlos liberados en el patio. El muy ingenuo pensó: - Total, ¿qué va a pasar?
Y… que no pasó. En medio día los bichos hicieron pozos en varios sectores del patio, se comieron el césped que recién florecía y que mi vieja tanto cuidaba, además se sus plantas que tiene en su nuevo jardín de atrás. Imagínense el ataque de histeria de esta mujer, y los perros no se quedaron atrás porque de la noche a la mañana tenían tres cositas peludas que saltaban por todo el patio.
Tremendo fue el alboroto el sábado último a la mañana. La idea de convertir en pradera el patio fue para mi viejo solo una prueba piloto de medio día.
Ahora, parece estar todo tranquilo de nuevo. Vamos a ver con que salen.